Bendita Juventud llena de esperanza y fuerza, ser joven es sinónimo de rebeldía ante lo caduco y degenerado, ser joven es anhelar el progreso hoy y en el futuro. Ser joven es signo de revolución, de cambio y proeza. Los jóvenes convierten los obstáculos y los problemas en grandes oportunidades son la energía transformadora que vivifica los anhelos más sublimes.

Ser joven es tener alas para volar hacia el firmamento con una mirada visionaria hacia lo excelso y eminente.

La juventud debe sin embargo valorar la experiencia y el don del juicio sensato de la gente adulta.

Si combinara su fuerza con el pensar coherente y sólido de un adulto basado en sus experiencias vividas en el caminar de tantos años, se crearía un verdadero héroe o heroína en cada joven listos para caminar con paso decidido y firme hacia el progreso y el éxito.

Ha llegado la hora de establecer en el mundo una nueva civilización, una nueva
cultura.

La Juventud es fugaz. La belleza es el esplendor de la juventud, pero es ilusoria, no dura.

La Juventud debe tener la fuerza de la genialidad y el Juicio sabio del hombre maduro, para ello debe aprender a escuchar y reflexionar sobre la experiencia que le transmiten las personas adultas y maduras.

Fuerza y experiencia unidas armoniosamente para crear un criterio sólido, coherente con el momento actual en el que se vive y de esa manera contribuir activamente en la formación de un mundo mejor.

A continuación, veamos la participación de una joven quien expresa opiniones personales sobre: LA ACTITUD QUE DEBEN TENER LOS JÓVENES Y TODA PERSONA QUE DESEA SALIR ADELANTE EN SU VIDA:

Juventud, divino tesoro

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro
y a veces lloro sin querer

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña,
en este mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé…

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía…

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé…
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe…

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también…

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos
climas, en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo
terco, mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco a los
rosales del jardín…

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro…
y a veces lloro sin querer…
¡Mas es mía el Alba de oro!

 Rubén Darío

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